El narco corrido es un subgénero musical de carácter
popular que tiene sus raíces en la apología al delito. Se trata de una
variación del corrido mexicano. Al igual que éste, las
bases de su estilo son los ritmos que la caracterizan, usualmente interpretados
por instrumentos compuestos de la música norteña y de rancho, como guitarra,
acordeón, tarolas, bajo sexto, tololoche y requinto.
La temática de los narcocorridos es variada pero bien
definida y constituye una propia filosofía de vida con su particular
aproximación a la muerte y al goce de la vida. En los narcocorridos se suele
hablar de la lealtad, el amor, las mujeres, los excesos. Carlos Monsiváis identifica las
características temáticas generales de los narcocorridos:
El poder adquisitivo y los recursos tecnológicos de la
delincuencia organizada que es un poder en sí misma, el impulso de
sobrevivencia a como dé lugar, propio de los sectores del abandono agrario o de
la pobreza urbana sin empleos a la vista, la admiración por el thriller y sus
secuencias de velocidad, muerte a raudales, mujeres fáciles, armas
poderosísimas y ambigüedad moral, la seducción de la publicidad y el relieve
legendario de hombres rudos, independientes, habituales a la soledad, tal y
como los plasma la imagen del Marlboro Man, la obtención del gusto estético que
proporciona el demasiado dinero, lo brillante, lo llamativo, lo ostentoso, se consideran
signos de distinción
Monsiváis, "Yo soy un humilde cancionero",
en La música popular en México: panorama del siglo XX. México, FCE, 2010.
El subgénero tiene su origen en la región fronteriza
entre México y Texas En un inicio su función era la de servir como “periódicos
musicales”. A falta de medios de comunicación de alcance masivo en el sector
rural, se cantaban acontecimientos considerados importantes para que el resto
de la comunidad se enterara de ellos. Sin embargo, mientras que en la década de los
treinta los corridos solían tener una sólida base en hechos reales, hoy en día
es común que se compongan corridos con poca base en la realidad.
En la actualidad, el narcocorrido ha adquirido una
mayor presencia en los medios de
comunicación. Se le ha considerado como el producto más tangible de la narco cultura o incluso como la banda sonora de la
guerra contra el narcotráfico en México. Su alcance es cada vez mayor: otros
países como Colombia y Chile también lo han adoptado como expresión de su cultura popular, especialmente en las
poblaciones de escasos recursos y poco o nulo acceso a la educación básica.
El narcocorrido tiene sus antecedentes en el corrido
de la Revolución mexicana. Elijah Wald señala que fue durante este periodo (1910-1920) que
la forma tradicional del corrido cobró más importancia y mayor popularidad. Se
trataba entonces de “historias de valientes prófugos, pistoleros y caballos”,
en las que “se alaba el heroísmo de los generales y se relata con lujo de
detalle cada batalla”. Entre estos corridos están “Catarino y los rurales” y
los numerosos corridos villistas dedicados al personaje de Pancho Villa. Algunos de estos corridos aún son
escuchados e interpretados en nuestros días.
Fue en las décadas de los setenta y ochenta que el
narcocorrido maduró y alcanzó la popularidad. En esta época nace el narcocorrido
como lo conocemos actualmente. Algunos aficionados del género suelen mencionar
"Contrabando y traición", también conocido como el corrido de Camelia
la Tejana, como el primer narcocorrido. Este corrido fue compuesto por Ángel
González, habla sobre el contrabando de droga en la frontera y alcanzó la
popularización gracias a Los Tigres del Norte. Bajo esta misma línea,
bandas e intérpretes como Los Tucanes de
Tijuana, en
la década de los ochenta, y Chalino Sánchez, en los noventa,
compusieron narcocorridos que ensalzaban las hazañas y las vidas de traficantes
famosos.
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